jueves, 29 de septiembre de 2016

Noriko y Tomoko en el ryokan, parte II

Nos habíamos quedado en la habitación flipando con la silla a sin patas, el sofá horrible y... Donde están las camas? Las camas son dos colchones con su edredón también terribles y las almohadas que estaban escondidos en un armario encima del mueble bar.
Bueno, pues a las yukatas floreadas hay que añadir otros uniformes del ryokan: las yukatas para pasear por el hotel y a la hora de ir a dormir encontramos otro par de mini yukatas que Noriko se empeñó en que eran las de dormir y que yo me quite a media noche, porque ir con una mini camisa verde oscura que apenas tapa el culo, cuya sisa llega a la cadera y que de nada sirve abrocharla con un lazada delante porque está grande.. Yo sigo pensando que era el traje de la esteticien con final feliz del servicio de habitaciones.
Demasiado disfraz ya para mí, pero una gran reflexión de la sabia diva Noriko que todos deberías tener en cuenta: Podéis viajar por Japón con lo puesto si vais de ryokanes.
Pues después del momentazo yukatas, vamos a la cena pantagruélica de 12 platos. Somos las últimas en llegar. En el comedor somos cuatro parejas, contándonos a nosotras. Las otras tres parecen novios/matrimonios. Nosotras somos más del tipo maridas.
Nuestro camarero resulta ser francés y un poco imbecil, porque no nos explica nada y nos trae la comida a cascoporro. Una de las cosas pensábamos que era de adorno y era una salsa para las verduras sobre hielo picado, no sabíamos cuando teníamos que tomar el chupito de zumo de uva, si las algas eran comestibles, etc.. Vamos, cateto a babor, pero en versión japonesa. Un momento que voy a ponerlo a parir en Tripdvisor y vuelvo. No he podido, pero lo haré.
Y de la cena a los baños termales. Hemos bajado cual princesas o en este caso emperatrices de barrio con nuestras yukatas de calle y un bolso japo con las toallas al Onsen, donde te quedas en porretas en el vestuario para pasar a unos bancos de madera con una ducha y espejo delante a lavarte bien con ayuda de una toalla pequeña. De ahí a las mini piscinas a 50 grados y a relajarse. Como si fuera fácil después de todo el show vivido.
Él Onsen tiene de todo, hasta una cuna para que abandones a tu bebé mientras te das un baño. Dicen que puedes ir con niños y me sorprende la ligereza con la que en Japón escaldan a sus criaturas. Yo no aguanté más de 10 minutos.
Como no podía ser de otra manera, nos echamos de todo lo disponible y nos pusimos las yukatas de estar por casa y al lobby a tomar una ordinariez de infusiones indicadas para la felicidad, el relax y la menopausia. A modo de medicina preventiva, porque por fortuna de momento estamos bien servidas.
Y para rematar la jugada al subir a la habitación y aprovechando nuestra ausencia habían ¿hecho? ¿Puesto? Las camas al entrar en el salón, una vez retiradas la mesa y dos sillas sin patas. Una trampa mortal porque ya no se puede andar por allí, solo "atraversarlo", cosa que yo hago sin pudor.
A todo esto hemos hecho 4 cambios de zapatillas: las nuestras quedan confiscadas al llegar, te dan unas de rafia para andar por el hotel, unas chanclas de madera y goma para salir a la calle y unas de madera 100% para ir al baño!!! Maniáticos del calzado son un poco, no?
Pues no contentas con haber cerrado el hotel anoche, nos hemos bajado en yukata-casera a desayunar (no confundir con la mini bata de porno esteticien) pensando que era lo normal. Y no, no lo era..
El desayuno ha sudo pantagruélico: dos sopas, carne, pescado, alubias.. ¿Estamos locos o qué? ¿Sopa de cocido sin panceta ni chorizo? ¿Sopa de pescado para desayunar?
Y de ahí a Shirikawa, un pueblo de las montañas donde se supone que nieva... Pero por el amor de Dios, si podríamos pasear en octubre en chanclas! Yo creo que es otro mito urbano japonés.

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